martes, 7 de diciembre de 2010

La huelga de controladores y la negociación

La huelga de los controladores aéreos está siendo toda una lección sobre estrategia. Lógicamente, sabemos poco sobre el desarrollo de las sesiones de negociación antes de estallar el conflicto, y las versiones que podemos recibir pueden no ser fiables. En cambio, al pasar las partes a los hechos, los espectadores (y víctimas, en muchos casos) podemos ver más detalles.

La discusión sobre las horas de trabajo de los controladores ya mostró apuestas de unos y otros. El gobierno decidió limitar las horas de trabajo para reducir los ingresos de los controladores. Por otra parte, el gobierno anunció la privatización de la gestión de los aeropuertos. Es previsible que la gestión privada comporte nuevas fórmulas de presión sobre los controladores y les obligue a seguir reduciendo sus condiciones salariales.

Los controladores confiaron en que el paso del tiempo iría agotando las horas de trabajo disponibles hasta que los controladores tuvieran que quedarse en casa. Esta estrategia debía producir sus efectos antes de final de 2010. El calendario parecía favorecer a los controladores, ya que el gobierno no tenía tiempo de aplicar la privatización antes de Navidad. El riesgo de paralización del control aéreo en una época de vacaciones obligaría al gobierno a negociar condiciones que protegieran a los controladores del nuevo régimen.

El gobierno reaccionó a la estrategia de los controladores cambiando la regulación de la jornada de trabajo. Sin duda, pretendía impedir el agotamiento de las horas laborables dentro del año y vaciar así de contenido la presión de los controladores.

Esto explica la indignación de los controladores. Su estrategia de presión estaba a punto de fracasar, dejando al gobierno las manos libres para seguir presionándoles con la gestión privada.

La reacción de los controladores parece bastante irreflexiva. Al ir a la huelga salvaje seguramente pensaron que el gobierno se vería obligado a ceder. El gobierno, sin embargo, con una energía hasta ahora desconocida, decidió aguantar el envite y apagarle el farol a los controladores. Parece que, con la militarización del control aéreo, el gobierno ha conseguido el apoyo de la opinión pública, lo que le inmuniza frente a las consecuencias de la huelga. Al mismo tiempo, la gravedad de las sanciones a las que se enfrentaban los controladores ha quebrado la huelga. En este momento, los controladores no tienen herramientas de presión disponibles.

A los controladores, el tiempo se les acaba. El gobierno puede pedir a las Cortes una prórroga del estado de alarma hasta que pase la Navidad. Viendo la rapidez con que ha conseguido reaccionar, es más probable que el gobierno levante el estado de alarma, incluso antes de agotar los quince días, y se guarde la posibilidad de volverlo a decretar si los controladores quieren ir a la huelga.

Los controladores, por su parte, han quedado en muy mala posición. No pueden convocar una huelga mientras se mantenga el estado de alarma. Incluso si se levantara, tendrían que dar un preaviso, lo que daría tiempo al gobierno para reaccionar. Nos podemos imaginar una sesión del Congreso el mismo día del inicio de la huelga, con los diputados debatiendo en televisión qué se hace con los controladores. No creo que los controladores se arriesguen.

Así pues, los controladores tienen pocas esperanzas de volver a negociar nada con el gobierno antes de Reyes. Para entonces, tendrán dos problemas muy serios. Por una parte, la privatización estará avanzando, con el apoyo de la opinión pública. Por otra parte, tendrán que negociar la retirada de los despidos que se hayan producido o se vayan a producir. En ambos aspectos, el gobierno lleva las de ganar. El próximo convenio de los controladores les será mucho menos favorable que el actual.