Otoño es tiempo de tormentas y de riadas en toda la costa del levante peninsular. En tiempos, la riera de Arenys se llevaba varios coches cada año. Y cada año muere alguien; si no es en Cataluña, en Valencia, o en Murcia.
La riada del Vallés en el 62 mató a más de 600 personas, quizá hasta 1.000. Fue el 25 de septiembre. Veinte años después, la pantanada de Tous mató a 40 personas y arrasó cientos de miles de viviendas.
Hoy nadie se cree que estas desgracias sean fortuitas, ni inevitables. Son obra del hombre y son responsabilidad de los políticos que pueden y deben evitarlas. Otra cosa es que lo hagan.