domingo, 19 de enero de 2014

Desde Villatoquitos

Empezaré por confesar que yo soy de Villatoquitos de las Moscas. Así pues, tal vez no sea completamente neutral en el debate, cada día más agrio y más cansino, con los vecinos de Matalascabrillas del Duque. Aclarado esto, echaré mi cuarto a espadas, como todo hijo de vecino.

Antes de entrar a valorar si esta Ínsula Barataria desde la que escribo debe independizarse de la Comarca de Babia o no, convendrá repasar brevemente la historia del "conflicto".

La "histórica rivalidad" entre las dos localidades nace de dos acontecimientos casi coetáneos: el descubrimiento del "atraso" de nuestra comarca, efectuado por el Dr. Aulo Agerio en 1815 cuando se tropezó con un francés que se había perdido; y la trasposición de la Directiva europea  22 dic 1789, sobre capitales de departamentos franceses, cumplida en 1819 por iniciativa del Prof. Numio Numerio.


Hasta esa época, nuestros antepasados los babiecos vivieron relativamente pobres y siempre mal pero poco gobernados. El soldado napoleónico no sólo trajo en su proverbial mochila una constitución, trajo también la comarca y, lo que es peor, la noción, esencial al jacobinismo, de que la Comarca de Babia sólo podía tener una capital. El pabellón de caza del Sr. Duque le valió a Matalascabrillas la capitalidad comarcal; por un consenso más bien inocente, el comercio de ultramarinos (Babia nunca ha dado para dos) se instaló en Villatoquitos, quizá porque queda más cerca de la feria de Villaarriba.

Y con esto fueron viviendo nuestros ancestros, cada vez más gobernados, aunque igual de mal que antes.  Andando el tiempo, fueron siendo menos pobres. No fue por el acierto de los gobernantes ni, me atrevo a decir, tampoco por mérito de los vecinos. El progreso iba llegando de fuera y la comarca se dejaba modernizar. Lo malo fue que, con el progreso, los vecinos se aficionaron a viajar y aquel descubrimiento revolucionario del Dr. Agerio, el "atraso", se convirtió en una obsesión comarcal: los babiecos eran más ricos que antes, cierto, pero seguían siendo más pobres que "Europa".

Ni los babiecos en general, ni en particular los baratarios, son tontos. Son muchísimos los que se han quejado, han protestado y han pedido toda clase de mejoras, casi siempre en vano. En lugar de cambios y mejoras, lo que se ha desarrollado son dos ideologías muy características que llamaremos el matalascabrillismo y el baratarismo. El lector tendrá la amabilidad de comprender que, pese a los nombres, no todos los vecinos suscriben la ideología que les queda más cerca. Ya he dicho antes que no son tontos.

Destacados miembros del Consejo Comarcal han defendido en muchas ocasiones que Babia no necesita adaptarse a Europa. Son célebres frases como "hay que babielizar Europa" o "que inventen ellos". A esta ideología pasiva, conformista, satisfecha con la comarcalidad, la he llamado matalascabrillismo. Según este pensamiento, Babia es una tierra peculiar ("Babia is different") cuyos problemas, más que resolverse, han de "conllevarse", si es que alguien entiende qué quiere decir eso. Las últimas versiones del matalascabrillismo afirman que la constitución es el bálsamo de Fierabrás, cosa que nadie discute, porque nadie la ha leído.

Al baratarismo no le he puesto yo el nombre. Se lo han puesto vecinos míos que, por lo visto, creen que el galicismo o el anglicismo son ideologías y no desviaciones lingüísticas. Los barataristas están convencidos de que la culpa del "atraso" es de Matalascabrillas. La explicación concreta de las causas del "atraso" varía de un día a otro: puede ser la altitud de Matalascabrillas, o su régimen de lluvias, o la familia de sus alcaldes, o que no allí celebren la verbena de San Juan. La otra convicción esencial de los barataristas es que en Matalascabrillas nadie piensa en otra cosa que no sea fastidiar a los de Villatoquitos y en enriquecerse a nuestra costa. La prueba: la comarca no para de poner multas de tráfico en Villatoquitos, con evidente intención recaudatoria.

El descontento de los barataristas se ha visto agudizado recientemente por dos factores. Uno, la agencia de la Caja Rural que se ha abierto en Matalascabrillas, rompiendo el tradicional predominio comercial de Villatoquitos. La idea de que los eternos rivales se enriquezcan (o, más bien, sean un poco menos pobres) es una nueva muestra de opresión insoportable. Otro, la crisis desencadenada por la especulación en ladrillos, que ha dejado dos, cuatro y hasta ocho palets de ladrillos en la entrada de la mayoría de las casas de Babia y ha obligado a cerrar la fábrica de ladrillos por saturación del mercado, con el consiguiente aumento del desempleo.

Los del partido del alcalde de Villatoquitos no quieren saber nada de las culpas de la crisis de los ladrillos. Y, como hace ya mucho que no les dejan mandar en el Consejo Comarcal, han tenido la idea de que nos independicemos de Babia, para lo cual quieren celebrar una consulta entre los baratarios. Están íntimamente convencidos de que si la Ínsula Barataria la gobernaran únicamente baratarios, más que Barataria, parecería Jauja. Por lo visto, la independencia mejoraría sustancialmente la calidad de los políticos baratarios. Quizá sea porque estarían más contentos, o más motivados, y harían mejor su trabajo que hasta ahora, vaya usted a saber.

A esto, los matalascabrillistas (que no necesariamente los matalascabrillenses ni los babiecos) responden lo que cabía esperar: que no puede ser. ¿Porqué no puede ser? Pues está clarísimo: porque no puede ser. Es un razonamiento inatacable.

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El amable lector que me haya seguido hasta aquí ya se imaginará lo que pienso de la famosa consulta. Los catalanes tenemos los mismos problemas que los demás españoles. Lo que necesitamos no es la independencia, sino mejores gobernantes, que se ocupen seriamente de los problemas que tenemos, que son muchos y muy graves. Desde hace ya mucho, España está gobernada por políticos timoratos e ignorantes, que no tienen la menor idea de cómo mejorar la situación del país. Tristemente, el "hecho diferencial" catalán no se está traduciendo en ninguna propuesta para resolver o aliviar el problema, sino en una huída absurda hacia ninguna parte. Així no anem bé.