viernes, 1 de octubre de 2010

La huelga y la reforma

Ayer tuvimos huelga general. Los sindicatos han vuelto a exhibir su fuerza y, por mucho que se diga, sigue siendo considerable. Pero muchos trabajadores que no se han sumado a la movilización. Los sindicatos no han conseguido demostrar que lideran a la clase trabajadora española.

He oído y he leído muchas opiniones sobre porqué gran parte de los trabajadores españoles no se ha opuesto a la reforma laboral. La mía son dos: mucha gente en España ha visto la reforma como algo inevitable; y mucha gente en España cree que la reforma no le afecta.

Quizá la reforma era inevitable porque había que contentar a los compradores de deuda pública. Es un argumento muy difundido, aunque a mí me resulta chocante. Por lo que parece, los inversores tienen muy poca idea de dónde ponen el dinero. Si han quedado satisfechos, no creo que nadie sepa por qué.

Y, sin embargo, estoy de acuerdo en que es necesaria una reforma laboral. No la que se ha hecho, que no tiene demasiado sentido, sino un cambio completo en el sistema de relaciones laborales del país. La legislación actual está plagada de incoherencias, se presta a incontables abusos de todo tipo y, lo que es más importante, es gravemente disfuncional.

Yo creo que muchos españoles son conscientes de esta situación. No porque conozcan a fondo los recovecos del sistema, pero sí porque han visto sus efectos y no son satisfactorios. Por eso creo que muchos trabajadores españoles, a pesar de ser conscientes de que las reformas les perjudicarán, ven inevitable un cambio.

Otra cosa muy distinta es que la reforma que se ha promulgado sea el cambio que el país necesita.

Digo que mucha gente cree que la reforma no le afecta, y lo digo por tres motivos. El primero, porque la crisis de hecho no les ha afectado; el segundo, porque el sistema ya no les protegía antes de la reforma; el tercero, porque la seguridad de los trabajadores españoles descansa, sobre todo, en el desempleo y la jubilación.

La crisis ha afectado mucho a los trabajadores temporales y poco, en cambio, a los trabajadores fijos. Los trabajadores fijos han tenido miedo, y seguramente lo siguen teniendo, pero, por más que el Gobierno abarate el despido, siempre será más barato deshacerse de los contratos temporales.

La rebaja en los costes del despido tampoco afecta a los trabajadores temporales o con poca antigüedad, porque su despido ya era muy barato. La reforma empeora su situación un poquito, pero ya no tenían mucho que perder.

La verdadera red de seguridad de los trabajadores españoles está en el sistema de protección social, mucho más que en la protección contra el despido.

Cuando un trabajador consulta sobre su despido, lo habitual es que ya sepa cuántos meses de desempleo le corresponden. En cambio, no suele haber hecho el cálculo de  su indemnización por despido, ni siquiera aproximadamente. De ahí deduzco que no ve su indemnización como un ahorro para el momento en que pierda el empleo, sino puramente como una penalización disuasoria para el empresario.