viernes, 15 de octubre de 2010

La lógica jurídica


Existe toda una disciplina académica dedicada al análisis lógico del derecho. Su presupuesto es que existe eso que se llama "silogismo jurídico". Para los que no lo hayan sufrido, la idea es que el juez toma dos premisas como "el que mate ha de ir a la cárcel" y "Catilina ha matado", y de ellas deduce una conclusión, como "Catilina ha de ir a la cárcel".

Aunque a primera vista el razonamiento parece claro y sencillo, la verdad es que no lo es. Los aficionados a esta arcana disciplina se entretienen con innumerables y distraidísimas complicaciones que se pueden resumir en una: es prácticamente imposible formalizar la lógica normativa porque una cosa es la lógica y otra la normativa. No digo que sea totalmente imposible porque algunos adeptos son gente realmente inteligente.

Los jueces y la gran mayoría de los juristas prácticos tienen una relación muy curiosa con la lógica jurídica que se resume en algo parecido al positivismo jurídico. La idea viene a ser que, cuando alguien tiene una duda sobre cómo se aplica una norma, puede deducir la respuesta a partir de un conjunto de normas. Cada norma sería una premisa y de su conjunto se podrían deducir las respuestas a cualquier pregunta.

La idea (y el positivismo jurídico) tal vez pudiera ser viable si las leyes fueran un conjunto sistemático, completo y coherente. Si el legislador asumiera la responsabilidad de completar la regulación y eliminar sus contradicciones, la lógica jurídica no progresaría ni mucho ni poco (es una disciplina abstracta), pero los  ciudadanos podrían confiar en los silogismos judiciales, porque quizá no serían justos, pero, por lo menos, serían previsibles.

No entraré ahora en los detalles, pero sí ofreceré una metáfora: el plano del metro de Madrid. Si quiero ir de la antigua facultad de derecho, en San Bernardo, al tribunal supremo, en Tribunal, el plano me dice que vaya a Noviciado o a Bilbao y haga trasbordo. Los madrileños, en cambio, me dirán que coja por Carranza y baje por Fuencarral, porque andando llegaré antes y sufriré muchas menos escaleras.

Cuando nos referimos a la ley, la complicación es mayor, y probablemente la forma de razonar de los juristas nos obligará a hacer dos trasbordos y pasar por Alonso Martínez, que para eso fue el autor del Código Civil.