Javier
Marías se hace viejo, cascarrabias, cínico y guardián de las
esencias. Iker
Armentia lo explicaba muy bien, sin ser tan celebrado. En su
último
artículo, el insigne académico se digna darle clase no sólo a
las feministas, sino a todas las mujeres (menos a Soledad
Gallego-Díaz, quien quizá debiera ofenderse). El laureado
ex-oxoniano se aburre, porque las mujeres siempre le
hablan de lo mismo, o sea, de lo mal que se las trata. La
consecuencia es inapelable: De
tal manera que no es fácil interesarse por lo que escriben hoy
bastantes mujeres, si no hablan más que de algo ya aceptado por
todos y consabido.
O sea, que si el divino Javier ya te ha oído, no hace falta que
insistas, aunque ni él ni nadie te haya hecho ni
caso. En fin, supongo que esto también es perspectiva
de género.