martes, 19 de septiembre de 2017

Cataluña: antes que empiece la lluvia (I)

Previsión: chubascos
Primera parte: aquellos polvos

No aguanto más; voy a dejar aquí unas opiniones cuando todavía no se sabe en qué parará el referéndum catalán.

1) entre todos la mataron y ella sola se murió. La crisis catalana parece el asesinato en el Orient Express (spoiler alert!): todos los que han intervenido en este larguísimo drama le han dado su puñalada.


I. La historia no tan antigua

2) la cuestión catalana: viene de muy antiguo. Cuando murió Franco (hace más de 40 años), el lema era Llibertat, Amnistía, Estatut d'Autonomia. El problema era tan serio que Adolfo Suárez restauró la Generalitat un año antes de la constitución y dos años antes del estatuto. Ahora ya nadie se acuerda, pero la autonomía catalana es previa a la constitución.

3) la transición: fue una chapuza. Quizá no pudo hacerse mejor; quizá sí. El sistema de partidos, cuyas cúpulas lo controlan absolutamente todo, se ha ido revelando un corsé asfixiante que no deja que los ciudadanos intervengan. A día de hoy, las vías de participación política son meramente burocráticas; se parecen más a las de la dictadura que a las de una verdadera democracia (pero más sobre eso en otro momento).

4) el sistema autonómico: el lío de competencias exclusivas, compartidas y delegadas sólo podía conducir a donde condujo: más de treinta años de discusiones constantes entre el estado y la comunidad autónoma. El resultado fue la política del peix al cove, el victimismo catalán, las reivindicaciones inacabables, la cicatería del estado, las campañas anticatalanas, las intervenciones constantes del Tribunal Constitucional. Todo eso está en el diseño constitucional: el conflicto interminable.

II. El nuevo estatuto
5) Maragall: quizá fuera el único que entendía lo que vengo explicando. Un nuevo estatuto podía haber cambiado el rumbo, haber aclarado las reglas. No tengo claro que los catalanes le entendieran; tampoco se explicaba demasiado bien.

6) el tripartito: el árbol cae del lado hacia el que se inclina. El PSC debe ser el partido más desconectado del mundo mundial. No sabían si eran federalistas o autonomistas o mediopensionistas, y siguen sin saberlo. La primera persona con la que no se entendían era con Maragall. Iniciativa continuó la larga tradición de los partidos de izquierda de ir desapareciendo; esta vez desde el poder, que tiene más mérito. Para ERC, el nuevo estatuto fue una orgía de peix al cove.

7) Mas: la negociación paralela que emprendió con Zapatero es uno de los episodios más vergonzosos de la historia política catalana reciente. Mas sólo pensaba en sí mismo. Quería fortuna, fama y poder. La autonomía y el futuro de Cataluña le importaban un pito. Él tenía que ser el héroe del nuevo estatuto, pasando por encima de quien fuera. Con eso contribuyó, y mucho, al desprestigio del nuevo estatuto.

8) Rodríguez Zapatero: ¿cuántas cosas se pueden hacer mal en política? Cuando prometió que las Cortes aprobarían el estatuto salido del Parlament, yo creí, en mi ingenuidad (sólo tenía cuarenta y un añitos) que Zapatero controlaba el proceso, que estaba negociando en Barcelona para asegurar el resultado. Pocas veces me he equivocado tanto. Cuando el proyecto llegó a las Cortes se vió que Zapatero no había preparado nada. La frase más demoledora vino de su propio partido cuando Alfonso Guerra dijo: el proyecto estatutario catalán lo cepillamos como carpinteros.

9) Rajoy: vide supra 7) Mas. A Rajoy, Cataluña no le ha importado nunca. Lo que les pase a los catalanes siempre le ha traido al fresco. Nunca ha querido ver las consecuencias de sus actos en este drama. Uno, la campaña histérica que emprendió, recogiendo firmas en toda España contra el estatuto. Dos, el recurso al Tribunal Constitucional. Tres, las maniobras eternas y cada vez más vergonzosas para manipularlo y obtener su obediencia.

III. Lo que va de entonces a ahora

10) El Tribunal Constitucional: uno no sabe cómo calificar lo que ha pasado a lo largo de estos años. Se puede pensar que a los magistrados les ha faltado temple: no han sido capaces de resistir la presión política conservadora. Se puede pensar que, como decimos en Cataluña, qui té el cul llogat no caga quan vol: cumplen la función para la que sus amos les nombraron.

El tortuoso proceso de renovación del Tribunal Constitucional fue una vergüenza. Los magistrados no supieron sustraerse a la batalla política por el control del tribunal. Unos, seguramente de buena fe, aceptaron prorrogar sus mandatos para impedir la dominación conservadora. Otros, menos disculpables, fueron nombrados para completar el cepillado del estatuto y aceptaron el cargo y el encargo.

El Tribunal Constitucional ha cometido tres pecados mortales: primero, sus miembros fueron incapaces de establecer una interpretación no partidista de la constitución. Dejaron claro que sus sentencias no dependen de los razonamientos jurídicos, sino de quién detenta el poder. Este pecado original, procedente del proceso de renovación, le ha quitado al tribunal casi toda su credibilidad.

Después, el tribunal pecó de falta de prudencia. La sentencia sobre el estatuto dejó vencedores y vencidos, lo que es mal rollo. Y, claro, los vencedores eran quienes habían nombrado a la mayoría. Por último, quizá corolario de lo anterior, los magistrados se han dejado manipular por el ejecutivo, que los ha convertido en la punta de lanza contra los independentistas. Hay una clase de ciudadanos en España que saben perfectamente que el Tribunal Constitucional no va a ser imparcial con ellos. Y eso es muy grave.

Mi pensamiento vuela hacia Dª Encarna Roca i Trias, una eminencia jurídica, universalmente respetada entre los juristas catalanes, titular de la cátedra Duran i Bas, primera mujer que entró en la Sala Primera del Tibunal Supremo, hoy vicepresidenta del Tribunal Constitucional. Su parte en todo esto me deja profundamente perplejo.

En el próximo capítulo: estos lodos

IV. Por fin, el presente

(continuará)