lunes, 25 de diciembre de 2017

Percepción y estrategia

La teoría de juegos es una rama de la economía que estudia las decisiones en las que para que un individuo tenga éxito tiene que tener en cuenta las decisiones tomadas por el resto de los agentes que intervienen en la situación. La teoría de juegos como estudio matemático no se ha utilizado exclusivamente en la economía, sino en la gestión, estrategia, psicología o incluso en biología.

La teoría de juegos es completamente abstracta, pero enormemente sugestiva. La suma cero (o no cero), el equilibrio de Nash y el dilema del prisionero han revolucionado nuestra manera de pensar.

Un aspecto de la teoría de juegos que no se comenta mucho es la valoración de los resultados. En el gráfico aparece un ejemplo de dilema del prisionero. Se dan unos valores para cada resultado y cada jugador. Los valores del gráfico son inventados; su única función es mostrar un ejemplo del dilema que funcione.

Sin embargo, los valores podrían ser completamente distintos. Supongamos que el prisionero 1 ya está acusado de otros delitos y pretende llegar a un acuerdo con la policía para reducir el conjunto de las penas que le esperan. Entonces, el cuadro podría tener este aspecto:



El juego ha cambiado completamente. Ahora no es un dilema del prisionero. De hecho, no es ningún dilema. Cada jugador hará bien en delatar al otro cuanto antes mejor.

Obviamente, podemos introducir cualquier valor en cualquier casilla. Basta con suponer que la policía promete otros resultados distintos para cada opción.

Se puede introducir una complicación en el ejemplo. Supongamos que el jugador 2 cree que la policía tiene interés en agravar la pena del jugador 1, y está dispuesta a llegar a un acuerdo para conseguirlo. Entonces nos aparecen dos cuadros:




Naturalmente, está por ver qué piensa la policía. En realidad, el principal problema de los jugadores es saber cuáles son las reglas del juego. A estas alturas, el detective matemático se debe estar divirtiendo de lo lindo.

De estos sencillos ejemplos se desprenden dos enseñanzas: 1) Quien gobierna las reglas domina el juego y 2) Es esencial valorar correctamente la situación estratégica.

Por supuesto, debe ser posible construir una matriz que comprenda las tres reglas posibles. Pero eso lo dejo para los que sepan de matemática.

viernes, 15 de octubre de 2010

La lógica jurídica


Existe toda una disciplina académica dedicada al análisis lógico del derecho. Su presupuesto es que existe eso que se llama "silogismo jurídico". Para los que no lo hayan sufrido, la idea es que el juez toma dos premisas como "el que mate ha de ir a la cárcel" y "Catilina ha matado", y de ellas deduce una conclusión, como "Catilina ha de ir a la cárcel".

Aunque a primera vista el razonamiento parece claro y sencillo, la verdad es que no lo es. Los aficionados a esta arcana disciplina se entretienen con innumerables y distraidísimas complicaciones que se pueden resumir en una: es prácticamente imposible formalizar la lógica normativa porque una cosa es la lógica y otra la normativa. No digo que sea totalmente imposible porque algunos adeptos son gente realmente inteligente.

Los jueces y la gran mayoría de los juristas prácticos tienen una relación muy curiosa con la lógica jurídica que se resume en algo parecido al positivismo jurídico. La idea viene a ser que, cuando alguien tiene una duda sobre cómo se aplica una norma, puede deducir la respuesta a partir de un conjunto de normas. Cada norma sería una premisa y de su conjunto se podrían deducir las respuestas a cualquier pregunta.

La idea (y el positivismo jurídico) tal vez pudiera ser viable si las leyes fueran un conjunto sistemático, completo y coherente. Si el legislador asumiera la responsabilidad de completar la regulación y eliminar sus contradicciones, la lógica jurídica no progresaría ni mucho ni poco (es una disciplina abstracta), pero los  ciudadanos podrían confiar en los silogismos judiciales, porque quizá no serían justos, pero, por lo menos, serían previsibles.

No entraré ahora en los detalles, pero sí ofreceré una metáfora: el plano del metro de Madrid. Si quiero ir de la antigua facultad de derecho, en San Bernardo, al tribunal supremo, en Tribunal, el plano me dice que vaya a Noviciado o a Bilbao y haga trasbordo. Los madrileños, en cambio, me dirán que coja por Carranza y baje por Fuencarral, porque andando llegaré antes y sufriré muchas menos escaleras.

Cuando nos referimos a la ley, la complicación es mayor, y probablemente la forma de razonar de los juristas nos obligará a hacer dos trasbordos y pasar por Alonso Martínez, que para eso fue el autor del Código Civil.

viernes, 21 de mayo de 2010

Viejas herejías

En mi juventud cometí algunos pecados (no debí ser el único). Ahora procuro no cometerlos, al menos no en público, pero no puedo decir que me arrepienta de todos. Y, desde luego, no puedo olvidar lo que aprendí de joven.

En aquellos años ochenta, además de Madonna, estaba de moda el análisis económico del derecho. Se ve que fue un pecado muy grave o quizá, como en el caso de la zorra, un empeño demasiado exigente. Pero para un laboralista no deja de ser sorprendente que ese análisis haya desaparecido del mundo de las leyes.

Al fin y al cabo, todo el mundo discute sobre el coste del despido, que es un fenómeno económico. ¿Es cierto que el coste del despido genera paro, o que reduce la contratación? Nunca entenderé porqué, si todo el mundo quiere saberlo, los laboralistas no lo estudian.

Creo que hay algunos economistas que estudian estas cosas, aunque no muchos. Uno de mis propósitos es encontrarlos.

Acabadas estas crípticas confesiones, uno de los temas del blog será mi modesta investigación sobre esta antigua y casi olvidada herejía.

martes, 18 de mayo de 2010

Saber, defenderse

Mucha gente no se defiende porque no sabe. Las cosas que una persona no sabe suelen variar; unos no saben qué dice la ley, otros no saben que tienen derechos, otros no saben cómo defenderse. Mi trabajo es defender a la gente y, más a menudo de lo que parece, enseñar a la gente.

No siempre el que enseña sabe. Muchas veces, cuando alguien me explica un problema, soy yo el que aprende; y cuando intento encontrar y explicar una solución, también soy yo el que aprende, y no siempre es derecho.

En mis reflexiones me han acompañado muchas personas. Algunas lo han hecho conscientemente, porque han sido cómplices de mis reflexiones; en otras personas, y en sus problemas, he pensado yo solo, por la pura curiosidad. A muchos me hubiera gustado explicarles lo que había pensado, o preguntarles más sobre su problema o sobre su vida, pero el problema ha pasado, y la oportunidad de seguir hablando, también.

Ahora inicio este blog de la ossa, con la esperanza de devolver una parte de lo que he aprendido.